Mal de pie [Gaeumannomyces graminis]

Descripción

Es un hongo ascomiceto saprófito del suelo que afecta al sistema radicular de gramíneas cultivadas (trigo, cebada, avena, centeno, triticale, arroz).

Síntomas y daños

Forma en la superficie de las raíces de las gramíneas una red de hifas pardo-negruzcas. La infección se puede propagar al cuello de la raíz, a la base de la planta y a las vainas de las hojas inferiores y destruye parcial o completamente el aparato radicular. Los primeros síntomas surgen a los 7-10 días después de iniciada la penetración en las raíces. La infección se observa en rodales circulares. En ataques severos las plantas manifiestan crecimiento reducido o enanismo, poca uniformidad de altura, bajo número de macollos, clorosis, retraso de la floración, pobre llenado de la espiga y senescencia anticipada; las plantas pueden volcarse en distintas direcciones. Si las infecciones ocurren tarde en la primavera, pueden provocar aborto floral y espigas blancas.

Ciclo biológico

El hongo subsiste en forma de micelio saprófito en los restos vegetales del cultivo o en gramíneas silvestres. La diseminación es fundamentalmente de planta a planta a través de las hifas que el hongo desarrolla en el suelo, haciendo “puentes” entre raíces enfermas, pasando así de las planta infectadas o restos de rastrojo del cultivo antecesor (donde subsiste como saprófito) a un hospedero cercano susceptible, estimulado por los exudados de éste. Temperaturas del suelo de 10-23ºC, pH alcalinos y suelos ligeros favorecen la infección radicular. Condiciones de humedad del suelo elevadas durante la primavera favorecen el desarrollo de la enfermedad. No tiene fase aérea. La infección por ascosporas es muy poco importante. Luego de colonizar los tejidos, G. graminis formará peritecios que sobrevivirán junto con el micelio en los restos culturales o en las gramíneas nativas.

Medidas de prevención y/o culturales

Eliminación de los restos de cosecha. Uso de semilla certificada. Rotación con leguminosas, patatas o crucíferas de 3 años antes de plantar una gramínea de nuevo. Mantener una buena flora microbiana en el suelo que actúe como antagonista.

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