El Plaguero: el observador fitosanitario de los cultivos

Autor: Christophe Bouchet

La agricultura, además de sostenible ha de ser en cualquier caso una agricultura productiva. Debe producir mucha cantidad de productos de alta calidad optimizando al máximo los recursos disponibles, minimizando además sus efectos secundarios y haciéndolo con la máxima garantía sanitaria para el consumidor.

Obviamente, para cumplir con este ambicioso objetivo, la protección fitosanitaria es uno de los puntos clave a controlar a la perfección. Para evitar o mitigar los riesgos vinculados al empleo de los productos fitosanitarios, es imprescindible conocer con precisión cuándo, dónde y cómo intervenir en el cultivo.

Hasta los años 90 e incluso el 2.000, era normal trabajar por calendario, solo basándose en la fenología del cultivo. Esta estrategia, generalmente efectiva, tiene al menos dos graves efectos colaterales adversos:

  • Tratar la totalidad del cultivo puede crear un vacío de los auxiliares o de gran parte de ellos. No tratar todo permite dejar “islas” dónde se mantienen activos, y desde donde volverán a colonizar las zonas tratadas, impidiendo un regreso rápido de la plaga. Es un efecto sobre la biodiversidad y el medioambiente.
  • El uso de productos fitosanitarios tiene un coste de insumo y de su aplicación. Además, es bastante habitual que todo o parte del cultivo no esté afectado por el problema que se quiere resolver. Tratar solo las zonas necesarias representa un ahorro que puede ser decisivo en la rentabilidad para el agricultor. Son las consecuencias económicas.

Para optimizar el manejo de la protección fitosanitaria, alguien tiene que estar pendiente del cultivo, observándolo con regularidad siguiendo unos protocolos adaptados. Es la figura del observador fitosanitario, o plaguero.

Su papel es fundamental, ya que es la persona que más va a observar el cultivo a lo largo del ciclo. Su actividad se centra en la protección del cultivo, pero también puede hacer el seguimiento de la fenología, de las trampas, los apuntes climáticos, y todos los registros relacionados con el cultivo y su entorno.

Según el tipo de finca y de estructuración de la cadena de mando, puede ser el propio agricultor, el técnico responsable, el asesor del agricultor o de la finca, un técnico externo, (por ejemplo, de la cooperativa o del vendedor de insumos), o un empleado de la finca. El plaguero debe tener un gran sentido de la observación, mucha curiosidad, una gran paciencia y una buena formación de terreno. También tiene que estar a gusto con un lápiz en mano. El trabajo puede ser aburrido si no se observa nada en el cultivo, y es un trabajo ciertamente solitario.

El plaguero tiene que recibir una formación específica para saber cómo observar y tomar los apuntes. De la calidad y precisión de la información que recoge depende en gran parte el éxito del cultivo.

La función de plaguero es sobre todo relativa a la observación y no tanto a la toma de decisiones. Obviamente, si el plaguero de la finca es también responsable de la decisión de intervención, tendrá que disponer de todas las herramientas y guías necesarias para poder tomar las decisiones más acertadas en todo momento; como la Guía de Gestión Integrada de plagas y/o los avisos de Sanidad Vegetal de las Consejerías.

Tiene que seguir unos protocolos detallados, que varían según el cultivo, la fase fenológica y el sistema de producción. Personalmente, prefiero los formatos preestablecidos, recogiendo toda la información necesaria para que el plaguero y el técnico puedan desarrollar su actividad con facilidad. Para el caso del melocotonero , he puesto en servicio ocho protocolos distintos que recogen por cada periodo del ciclo el tipo de observación, los órganos a vigilar, los umbrales, etc. En el formato de cada fase, también se indican la fila y el árbol de forma de poder localizar los focos y hacerles un seguimiento específico.

¿Porque tantos protocolos? Porque el formato va centrado a los problemas más habituales de la fase. Por ejemplo, durante la floración del melocotonero, dos problemas esenciales son el trips y el pulgón. En recolección, el objetivo es de detectar en campo las partidas problemáticas para poder informar a la central de confección, etc.

El plaguero debe trabajar por muestreo. Es importante, en mi opinión, que en cada seguimiento cambie la referencia, es decir que si el seguimiento, en leñosos, se realiza cada 5 filas, debe hacer las filas 5, 10, 15 una vez, y las filas 3, 8, 13 la vez siguiente, excepto en el seguimiento de los focos. Los problemas limitados a algunas plantas son muy comunes en agricultura y es importante no dejar amplias zonas sin nunca revisarlas. Del mismo modo, la frecuencia del seguimiento, en función del cultivo y del estado fenológico debe variar entre 7 y 14 días, o menos bajo invernadero, donde la evolución es extremadamente rápida. Esto permite ver llegar los problemas, poder seguir su evolución y tomar las decisiones adecuadas en el momento adecuado.

El plaguero necesita algunos elementos esenciales para poder trabajar en buenas condiciones.

  • Una lupa. Accesorio imprescindible, es importante que tenga un buen nivel de calidad y de aumento. Recomiendo lupas con doble lente, con un aumento medio (de 5x a 10x) para la observación rutinaria, que permite una visión buena sin que se canse mucho el ojo, y un aumento fuerte (de 15x a 20x) que permite distinguir organismos muy pequeños, como los ácaros eriofidos, o ver detalles importantes para la determinación, pero que no permite un uso prologado ya que cansa mucho la vista.
  • Una carpeta con folios y/o cuadros de apuntes. El mismo folio, al ser blanco, le da el soporte necesario para las sacudidas de brotes.
  • Un lápiz de mina blanda, que es la herramienta todo terreno por excelencia. Es lo mejor para poder seguir tomando notas, aunque este chispeando o que el papel este húmedo. Los bolígrafos pierden su utilidad en esas condiciones, y un lápiz de mina dura puede dañar el papel al escribir.
  • Si bien, hoy en día, carpeta y lápiz se pueden sustituir por una tablet con los distintos formatos, la información necesaria para la observación y una conexión para que la información llegue al técnico responsable, si no es el propio plaguero. Este tipo de tecnología es cada vez mejor adaptada al uso de campo, pero no se puede ir a material barato, ya que la electrónica es muy sensible al polvo y a la humedad. Personalmente me gusta el papel y lápiz, y que el técnico responsable tenga que manejar los datos, lo que lo obliga a centrarse bien en la información.
  • Una cámara de fotos, que ya es un componente básico de cualquier teléfono móvil, es una buena herramienta para poder comunicar rápidamente con el técnico responsable en caso de duda, de presencia de foco, de observación de síntomas desconocidos o de cualquier información relevante sobre el estado del cultivo.
Para facilitar el trabajo del plaguero y permitir localizar fácilmente los focos y vigilarlos, aconsejo implantar un marcaje en campo. Es fácil en cultivos leñosos, más complejo en cultivos anuales. En leñosos, utilizo la numeración de las filas de árboles (cada 10 filas) y un código de 5 colores en la fila, uno cada 10 árboles hasta el árbol 50, y volvemos a empezar después. Así se marcan de amarillo los árboles 10, 60, 110, etc.

En todos los cultivos, lo ideal sería poder trabajar directamente con cartografía detallada de la finca. En este sentido, la digitalización puede aportar ayudas enormes, en la realización de esos trabajos y en la interpretación de las observaciones . Además, se pueden poner en relación con otras herramientas digitales como imagen satélite, drones y una gama cada vez más extensa de sensores de aire, suelo, agua y vegetal.

Un seguimiento del cultivo bien hecho permite una optimización del potencial productivo, una mejora en los rendimientos comerciales, una mejor rentabilidad de la inversión realizada por el agricultor, y una reducción del impacto sobre el medioambiente.

En la mayoría de los problemas de los cultivos, el éxito reside en la rapidez de intervención. El plaguero ha de convertirse en una figura esencial de la agricultura sostenible.

La sociedad pide una agricultura siempre más sostenible y respetuosa. Las fincas han de adaptarse a estas evoluciones. Las estrategias de cultivo están cambiando, combinando productos fitosanitarios de nueva generación más específicos y con menos efectos adversos, con la actuación de los auxiliares naturales y con los métodos alternativos (confusión sexual, trampeo masivo, sueltas de auxiliares, productos fitosanitarios de origen natural, etc.).

Por la naturaleza de su actividad, el plaguero puede estar llamado a entrar en una parcela recién tratada. En consecuencia, tiene que mantenerse en relación directa con la persona responsable de los tratamientos y tiene que conocer las señales de aviso de tratamiento y/o plazos de reentrada en las parcelas. Si coincide una parcela recién tratada, o bien puede aplazar el seguimiento o, en caso de no poder aplazarlo, tendrá que llevar el equipamiento y ropa de trabajo/protección adecuados (Equipos de Protección Individual). Pero siempre que sea posible, es recomendable aplazar el seguimiento ya que la observación podrá tener la doble utilidad del seguimiento rutinario y del control de eficacia del tratamiento. La gran mayoría de los productos tienen un plazo de reentrada de 24 o 48 horas y en la mayoría de los casos, aplazar un seguimiento 2 o 3 días no supone ningún problema.

El plaguero es cada vez más un elemento clave ya que es él que permite que la protección fitosanitaria, siempre más técnica y de gran precisión, tenga el efecto deseado. El coste del plaguero debe quedar ampliamente cubierto por el ahorro (de insumos y mano de obra) que puede aportar, o la mejora económica de una producción optimizada, tanto en cantidad como en calidad.

Especialista en Frutales de hueso y de pepita, ex-asesor de fincas de frutales en Francia y Director de producción de Primor Fruit S.A. (Sevilla).

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