Tiempo de vendimia. Paisaje y emoción en el viñedo español.

Autor: Rubén Villanueva

Septiembre huele a mosto y esperanza en la España rural. Casi todo se recoge o se cosecha; más señoritas, las uvas exigen su propio verbo: vendimiar. Lo dice el periodista y escritor Ignacio Peiró en su recomendable ensayo gastronómico, ‘Comimos y Bebimos’. Desde el mes de agosto en los viñedos cordobeses de Montilla-Moriles, hasta mediados de octubre en las viñas del norte, el campo español se pone en modo vendimia bajo ese sol tostado de finales de verano que conduce a los racimos a su punto óptimo de maduración.

Somos el primer país del mundo en superficie de viñedo y representamos el 30% de la UE. En 2020, según datos del Ministerio de Agricultura, la superficie de viñedo para uva de vinificación en España fue de 949.565 hectáreas . Según la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV) , se calcula que a nivel mundial existen unas 10.000 variedades de vid conocidas, de las cuales sólo alrededor de las 1.300 son utilizadas para ser convertidas en vino. En España, el registro vinícola contempla 235 variedades de uva. Sin embargo, aunque hay una creciente tendencia a recuperar variedades autóctonas, el 43% de la superficie de viñedo está monopolizada por dos únicas variedades: airén y tempranillo.

La importancia del sector vitivinícola ha influido decisivamente en la construcción de nuestro patrimonio natural. El cultivo de la vid ha modificado el territorio dándole las características actuales que lo distinguen y lo hacen único en el mundo. Los paisajes vitícolas más fascinantes no impresionan por la belleza de una naturaleza intacta, sino por la manera en que hombres y mujeres han conseguido modelarla a través de los siglos.

De hecho, la propia UNESCO, a la hora de declarar zonas de viñedo como "Paisaje Cultural Patrimonio de la Humanidad" ha buscado la relación entre la actividad humana y la transformación del paisaje, y ha tenido en cuenta la continuidad en la actividad y que esta no genere deterioro, sino sustentabilidad, lo que les ha permitido llegar a nuestros días con esa calidad medioambiental. En muchos casos esas zonas además coinciden con las de producción de afamados vinos, hecho que demuestra que la calidad del producto no tiene por qué modificar el medio en el que se produce.

En España, los paisajes de viñedo transcurren entre castillos, monasterios, pequeñas bodegas artesanales, ríos y valles, todo ello síntesis de las culturas cristiana, judía y árabe. Nuestra historia ha modelado nuestro paisaje. La conquista árabe en 711 paralizó el desarrollo de la producción de vino. Las leyes coránicas rechazaban su consumo y venta. El Califato de Córdoba no llegó a prohibirlo, pero sí reclamaba discreción respecto al vino. Y así fue como plantar vides se convirtió en un acto de rebeldía y la viticultura se expandió por diversas zonas de España durante la Reconquista.

Durante estos siglos existen dos aspectos que merece la pena destacar: La importancia del Camino de Santiago, por donde se introdujeron variedades de Europa, y las órdenes religiosas como la del Cister fueron fundamentales para mantener durante 10 siglos la cultura vitivinícola y la explotación directa de la tierra alrededor de monasterios y abadías.

En la década de 1930 surgen las primeras Denominaciones de Origen (Jerez, Málaga y Montilla). La DO Rioja y la de Tarragona se crearían en los años 40, coincidiendo con el desarrollo de las primeras cooperativas. Hoy en día, contamos con 96 Denominaciones de Origen Protegidas (DOP). En líneas generales, existe una simbiosis entre el vino que se elabora en cada DOP y su arquitectura paisajística.

Resulta especialmente evidente en zonas de montaña como Priorat (Cataluña) y la Sierra de Gredos en el sistema Central, o en las pendientes vertiginosas de algunas riberas de ríos, como los cañones del Sil, en Galicia, donde cultivar la viña en laderas, (que pueden alcanzar una inclinación del 85%), se convierte en una auténtica heroicidad. Con mayor o menor espectacularidad, la viticultura ha ido conformando algunos de los paisajes más característicos de nuestra geografía.

Al contemplarlos, una mirada experta puede vislumbrar una determinada variedad de uva, distinguir entre un suelo arcilloso o arenoso, un determinado tipo de injerto o los indicios de una posible plaga. Pero la visión espontánea es parte del alma del paisaje de un viñedo y te proyecta sobre el mismo.

Es tiempo de vendimia.

¡Bienvenidos al mayor espectáculo del mundo!: el viñedo español.

Periodista especializado en comunicación agroalimentaria. Responsable de comunicación de COAG y Jefe Prensa del Foro DATAGRI.

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